Nuestra participación en la Tercera
Edición del Festival Internacional de las Artes en el Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, del 7 al 27 de octubre del 2002, nos permitió compartir y trasmitir nuestras vivencias culturales y
como dice el pensador y artista
Mauricio Fecyssinier y Córdoba: "La compañía Folclórica Curubandá, nos trajo lo mejor de un pueblo hermano, pequeño en
extensión, pero grande en calor humano. Nos dejó con
su folclor el olor de su café, las historias de su pueblo, que ya lo siento mío,
la riqueza de su música y al aroma de sus montañas. A sentir y gozar del amor por su tierra. Curubandá me ha regalado la
dicha de soñar de nuevo con el ideal de Bolívar, de Hidalgo, de Martí, de una
América sin Fronteras".
Pero también de nuestra parte, nos
traemos el calor humano y el cariño inolvidable de un pueblo hermano que como un libro inédito, nos abre sus páginas para compartir una lección de nuestra historia cultural, la cual, nuestras actuales generaciones no han terminado de valorar en su justa dimensión, orientado a la vinculación
de lo nacional con lo regional, lo histórico con la modernidad y lo nuestro ante los procesos de los sueños de una globalización
ajena.
El Tercer Festival Internacional de las Artes de
Coahuila, además de permitirnos presentar unas pinceladas de lo que es parte de nuestra cultura popular y que, como bien lo expresara en la ciudad de Saltillo, una
señora de 76 años (exbailarina del Ballet Folclórico de Guanajuato), quien muy
emocionada manifestaba "el grupo de Costa Rica tiene muy buena técnica, naturalidad,
expresividad, alegría, ritmo y sentimiento". A partir de ese momento, sentí mucha seguridad de lo nuestro y un gran respeto
también por los otros.
La oportunidad de compartir con las manifestaciones
folclóricas de otras culturas fue muy
importante para fortalecer las nuestras. México con sus danzas norteñas, jarabes,
danzas de jalisco y Veracruz, que llenaron de colorido y música su ciudad.
Los niños con su presencia y sus danzas regionales exaltaron el espíritu artístico y permiten que sigamos creyendo, que nuestras tradiciones culturales, pese a lo poco valorado por nuestros gobiernos, continúa su resistencia en todos los rincones
del mundo. Polonia con sus polkas, Portugal con sus danzas campesinas, Italia con el
bullicio de siempre, Canadá con sus ritos ancestrales, fueron conformando un mosaico
de culturas lejanas y una vitrina llena de colorido con música para el pueblo coahuilense.
Luego emprendimos nuestro viaje por la ruta del Desierto,
porque este Festival de las Artes del Estado
de Coahuila, está concebido para que el pueblo mexicano, no solo sea anfitrión, sino que, lo
disfrute en sus propias comunidades y que de esta forma, puedan valorar su propia cultura
ante la cultura de los otros, con el fin de contribuir a la grandeza del ser coahuilense.
Esta grandeza se resumiría en aquel niño de 6 años, en el mero centro de la
zona carbonífera, de la comunidad de Palaú, quien con una
esfera en sus manos le pedía ayuda a su madre, para localizar a ese país lejano que se llama
Costa Rica y no confundirlo con Puerto Rico, ni Poza Rica. Es un niño inquieto que a pesar de vivir en el centro del Corazón
del Norte, quería ubicar en el espacio correcto de nuestra América Latina, aquellas danzas, su música y su alegría que
por la noche presentaba la Compañía Folclórica Curubandá de Costa Rica. Y es que los niños son el futuro del mañana de una nación.
"Tenerlos con nosotros representó una gran experiencia", según Lucy Herrera de Hernández, responsable de la cultura de Laguna del Rey. Conocer
su música tan alegre, sus bailes tan hermosos, esa manera de interpretarlos tan natural que en cada nota y cada paso
transmitían somos Costa Rica. Por eso yo siento que ya conozco
mucho de su tierra. Sepa que no todo se limitó a una representación de música
y baile, pues sembró en nosotros la semillita para seguir adelante con este tipo de eventos y ojalá que los niños que asistieron,
muchos de ellos se interesen también, porque algún día puedan llevar nuestra cultura
a otros lugares.
Y no era para menos, la felicidad de aquellos niños bailando
algunas de nuestras coreografías y levantando en
lo más alto nuestras banderitas patrias, como símbolo de triunfo y de lo tierno que es el
corazón de los niños y niñas, nos llenaban de emoción porque para ellos y ellas
no hay fronteras impuestas por los hombres.
Pero también la parejita de niños descalzos vendiendo chicles, aprovechando nuestra presentación
en la ciudad de Allende, nos recordaba que estábamos también compartiendo los contrastes de la realidad de millones de niños latinoamericanos que viven entre unos pocos
que tienen muchos y muchos que tenemos muy poco. Para ellos también nuestro cariño,
respeto y solidaridad. Ellos también son parte del futuro.
Siempre reviviendo a los
niños, un abrazo fraterno a Karina, niña de 5 años que junto a su mamá hacía la limpieza de la plaza Tlaxcalense
de Saltillo, para que el Festival se realizara en una ciudad limpia y acogedora. Su rostro con olor a tierra
mojada, irradiaba de emoción al juntar la basura que otros dejaron sin conciencia por doquier en tan histórica plaza.
Ella también es parte de este hermoso festival.
Recuerdos para Alfredo García de los Santos, niño que apenas
cursaba el cuarto grado y consideró: el día más triste de mi vida fue el de la guerra de Irak que movió al mundo entero. Todos
estábamos asustados porque creíamos que era la guerra mundial. Muchos se quedaron
sin hogar y murieron de hambre. Esto
sucedió en l991. El día más feliz fue el día que
pidieron la paz y descontaminaron el mar.
Hoy 11 de noviembre del 2002 y a las puertas de nuevo en la guerra, tenemos la esperanza de que no vuelva a
ser un día más de tristeza para Alfredo ni para nosotros. Los niños de
Irak tienen también el derecho a vivir felices, y como seres humanos en esta
tierra, disfrutando de todos su beneficios.
Y respecto a nosotros,
seguir viajando por el mundo, llevando un
mensaje de amor, alegría y paz a otros pueblos hermanos.
Costa Rica., 11-12-2002.